A pesar de las dificultades que vivió durante su infancia, de haberse criado en un entorno de pobreza y condiciones vulnerables, Esteban Cichello Hübner concretó el sueño de recorrer más de 80 ciudades y convertirse en docente de la Universidad de Oxford, una de las instituciones académicas más antiguas e importantes del mundo.
Nació en La Falda, Córdoba, pero el paso de los años y su vida en el exterior hicieron que la típica tonada provincial se fuera matizando con las huellas de ocho idiomas distintos que aprendió por su inquietud personal de conocer otras culturas.
“Cuantos más conocimientos diferentes tengas, con más herramientas contarás para defenderte en un mundo laboral competitivo”, dice Esteban, quien además de políglota, estudió cinco carreras: Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales, Estudios Económicos y Sociales de Europa, Lingüística Aplicada, Educación y Filología española.
En una charla con MUNDO SEGURO, este personaje multifacético nos cuenta cómo fue su largo recorrido en el que, además, fue quien gestó y organizó la llegada de Diego Armando Maradona a la prestigiosa universidad británica.
¿Recordás tu infancia como una etapa dura de tu vida? ¿Qué tuviste que atravesar?
Sin lugar a dudas, tuve muchas dificultades. Vivir en la pobreza extrema, sin electricidad, agua ni artefactos. El baño era un pozo en la tierra en el fondo. Todo era muy difícil. Ni siquiera teníamos una cocina. Pero no la recuerdo como una etapa triste. Quizás sea por una habilidad de inmunidad que desarrollé hacia las cosas feas del pasado y que no las recuerdo. Siempre trato de ver lo positivo. Y estoy muy contento de la infancia que tuve, por más dura que haya sido. Porque creo que pude transformar estos obstáculos en herramientas preciosas en mi vida.
¿Qué aprendiste gracias a eso?
Creo que esa pobreza del pasado hoy es mi mayor riqueza. Entonces les agradezco a esas dificultades. Por ejemplo, la falta de electricidad no me permitía tener televisión y hacía que lea. ¿Era un obstáculo no tener electricidad? Claro. Pero me ayudó a desarrollar la imaginación de una manera extraordinaria. Me hice adicto a la lectura y fue el germen de la revolución en mi vida. No sé si es aconsejable que todo el mundo tenga obstáculos, pero sin duda son mi mayor fortaleza.
¿Desde cuándo empezaste a cultivar el amor por los idiomas?
La primera experiencia que tuve con los idiomas fue, quizás, escuchar a mi abuela paterna que hablaba en geringoso con mi madre para que yo no entendiese. Entonces, eso me prendió una lamparita. Lo pude descifrar solo como a los cinco años. Luego, en casa había un libro en francés. Yo hacía como que lo leía sin entender nada.
Y a los 7 años te compraste un diccionario en inglés… ¿con tu plata?
Juntando cables en la Panamericana, los quemaba, obtenía el cobre y lo vendía por peso. Compré mi primer diccionario inglés-español, que todavía lo tengo. Mi meta en ese entonces, a los 7 años, era aprender cinco palabras por día en inglés y en español, y así cubrir todo el diccionario. Claro, aprendía las palabras pero no cómo pronunciarlas. Hoy con internet es más sencillo. Así fue como empecé con las lenguas y sigo hasta el día de hoy. No dejo pasar un día sin practicar cada uno de los idiomas que sé, por lo menos 20 minutos diarios.
¿Quién te transmitió el amor por viajar y conocer otras culturas?
Las enseñanzas que uno recibe cuando es niño no se las olvida nunca. Tenía un profesor de Geografía que nos inculcó la importancia de conocer los países que uno lleva en la sangre. Él decía que es imposible que seamos psicológicamente estables si no hablamos la lengua que llevamos en las venas. Decía que teníamos que recorrer los países de donde vinieron nuestros antepasados. En ese momento dije: “quiero conocer los países que llevo encima”.
Mi profesor había tenido polio, era minusválido y nunca había salido de Argentina. De todas maneras, nos transmitió su pasión por conocer el mundo. Nos hacía viajar sin salir del aula. Ahí comenzó mi entusiasmo por conocer más. Después de terminar el secundario nocturno, viajé por Argentina y no paré. Hoy ya llevo recorridos 82 países y viví en 13 de ellos.

¿Cómo conseguiste entrar a una de las universidades más prestigiosas del mundo?
Cuando llegué a Inglaterra ya me había graduado en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Vine de paseo. No tenía ni el nivel económico ni académico para estudiar en Oxford, pero me enamoré de esa universidad y supe que quería estudiar ahí. Este nuevo objetivo fue el que me motivó a esforzarme y prepararme para pasar los exámenes y las entrevistas. Y me aceptaron. No tenía dinero, mi madre trabajaba en limpieza de hospitales y mi padre estaba ausente, entonces necesitaba una beca.
¿Qué hiciste para lograrlo?
Trabajé como albañil en Japón, construyendo casas, con el fin de ahorrar dinero para ir a estudiar a Oxford. Me terminaron adjudicando una beca por la que competíamos más de 700 personas. Solo cubría los gastos del primer año. Sin embargo, terminé quedándome cuatro años. Por ser buen estudiante siempre obtuve becas. Y así cumplí un sueño. Ya llevo en Oxford 25 años. Me gradué en 3 carreras, además de desempeñarme como docente.
¿Qué hace a la Universidad de Oxford una de las mejores del mundo?
Primero, la historia. Es una de las más antiguas del mundo. Podría decirse también que es una universidad pequeña con un presupuesto anual enorme, equivalente al de un país pequeño de Europa, por lo que esto también hace la diferencia.
¿Qué le dirías a quienes se encuentran estudiando o que ya se egresaron de alguna carrera universitaria?
Cada uno tiene que desarrollar diferentes habilidades, sea lo que sea: informática, enfermería, robótica, nanotecnología, biología molecular, lenguas o lo que sea. La oferta laboral va a ser tan corta en el futuro que uno va a tener que reciclarse muchísimas veces para sobrevivir y, sobre todo, tener la capacidad de adaptación al cambio.
Por otro lado, es muy importante tener claridad respecto de los objetivos de la vida y hacer todo lo posible, sin distracciones y con perseverancia, para alcanzarlos. Además, esta pandemia nos hizo recapacitar que la vida es demasiado efímera y se puede ir de un momento a otro. Ayudar a otro, escuchar sus necesidades, es muy importante. Al fin de cuentas, creo que la felicidad consiste en la sumatoria de pequeñas acciones.
El día que llevó a Maradona a Oxford
“Maradona fue un ejemplo para el mundo”. Con estas palabras, Esteban C. Hübner comienza a contar su experiencia con el astro del fútbol argentino, al que terminó llevando a la Universidad de Oxford, que lo reconoció como “Maestro inspirador de sueños”.
“Maradona no nació Maradona; se hizo Maradona a través del sacrificio, la disciplina, entrenando con el estómago vacío, revolviendo tachos de basura porque no tenía plata. Él mismo me lo contó: juntaba aluminio, lo vendía por peso y con eso se compraba los botines. A través del sacrificio él se convirtió en lo que fue”, dice Esteban, para quien llevarlo a Oxford fue un sueño cumplido: “Yo quería ser como Maradona y jugar en el mundial de la academia. Por eso se lo propuse y él aceptó el desafío. Fui a Buenos Aires a buscarlo; recuerdo como si fuera hoy cuando escribimos juntos el discurso en su casa de Villa Devoto. Maradona dio en Oxford una de las charlas más apasionantes de la historia de esta universidad y con una magia que solo él tenía. Pudo meterse a los estudiantes en el bolsillo, no solo haciendo jueguitos con la pelota, sino defendiendo los derechos de los futbolistas y dando cuentas de todas las injusticias que hay en el fútbol”.