En 2023, los equipos de vóley argentino cuentan con el acompañamiento de la única prepaga nativa digital del mercado. Se trata de Prevención Salud, de SANCOR SEGUROS, que renovó su convenio con la FeVA (Federación del Voleibol Argentino). Así, al igual que el año pasado, la firma es Sponsor Oficial de las Selecciones Femenina y Masculina, sumando en esta oportunidad su presencia en el Circuito Argentino de Beach Volley y la Liga Argentina Femenina de Voleibol. En este marco, charlamos con Daniel Castellani, exjugador y actual entrenador de Las Panteras.
¿Cuándo fue tu primer acercamiento al vóley?
Cuando íbamos de vacaciones a la playa, en Punta Mogotes, Mar del Plata. Mis hermanos mayores jugaban y yo los iba a ver. De ahí, siendo chiquito empecé a jugar con mis hermanos. Ellos jugaban en Boca y a medida que pasó el tiempo yo también me fui a jugar al club. Desde ahí no paré más.
Más allá de la destreza técnica y la capacidad física, ¿desde qué ángulos se interpela a un deportista?
Depende la visión. Es decir, si tenés un enfoque mecanicista, que considera a los jugadores como cuerpos o máquinas. O si tenés un punto de vista holístico, que los ve como seres que tienen emociones y sentimientos. Ver más allá de las habilidades físicas es el secreto. Yo soy partidario de lo holístico. Me gusta tener una visión integral, donde las emociones y los nervios que expresan los atletas están interconectados. Podés ser muy bueno entrenando, pero no tan bueno compitiendo. Hay que considerar todos los factores que influyen al momento de un partido, un torneo internacional o unos Juegos Olímpicos.
Muchos de sus dirigidos aseguran que usted no entrena jugadores, sino más bien que los transforma. ¿Está de acuerdo?
Ese es mi objetivo. Transformarlos como jugadores y como personas. Si ellos mismos se superan vamos a tener más posibilidades de ganar. Mi visión parte desde los jugadores, para que ellos hagan un recorrido de superación y mejora. Y esa mejora siempre es integral. Una visión más abarcativa del ser humano y del atleta.
¿Quién fue su maestro?
El coreano Young Wan Sohn -entrenador de Argentina en el bronce de 1982-, sin dudas. Yo sentía que él confiaba mucho en mí. Ese grupo era tremendamente competitivo y exitoso. En un momento, cuando él nos entrenaba, perdimos muchos partidos. Creíamos que era imposible avanzar y él siempre nos daba tranquilidad. Hay que seguir, hay que seguir, decía, y aparecieron los resultados. Y si bien eso cambió un poco en la actualidad, me gusta decirles a mis jugadores que la felicidad o el éxito no se mide a partir de si ganás o no ganás la copa.
¿Entonces ganar no es lo más importante?
No. El éxito se mide en la capacidad de lograr nuestra mejor versión. Y en cómo lo hacemos. El día a día, la pasión y la dedicación. La felicidad está en el proceso. No es sencillo dejar a las familias o a los amigos para entrenar. Después te toca ganar o te toca perder. A veces hay gente que lo hace mejor que uno, pero el verdadero éxito es la transformación individual.
¿Cuáles son las principales diferencias que hay entre dirigir hombres y dirigir mujeres?
Hay dos grandes diferencias. Una es la física: el hombre tiene más fuerza y tiene algunos sectores del cuerpo que hay que prevenir más. Y en la parte emocional, la mujer conecta todas las emociones y las lleva a un plano superior. El hombre, en cambio, no se involucra tanto en ese aspecto. El hombre va directo a la acción, la mujer, a la interpretación.

¿Cómo ve la clasificación a los Juegos Olímpicos de París 2024?
Estamos bastante complicados para clasificar. Hay zonas difíciles y luego la clasificación por ránking no nos favorece. Hay un cambio de sistema de clasificación que hace que en estas Olimpíadas sea complejo clasificar.
¿Considera que hay una política deportiva en el país?
Lo digo siempre: el deporte argentino es un milagro. Con los problemas estructurales que hay en el país -educación, inflación, etc.-, no es prioritario pensar en el deporte. Sin embargo, la pasión que nos identifica y que todos en el exterior reconocen, sigue siendo un sello distintivo. Al momento de competir, los atletas argentinos venden rifas, tortas, organizan un baile: hacen todo para ir. Clubes humildes que compran remeras, padres que llevan a cinco chicos en un auto para ir a jugar. Eso nos hace diferentes. El trabajo del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) también aportó mucho a la organización.
Si tuviera que definir al vóley en una palabra, ¿cuál elegiría?
Cooperación. Es un deporte imposible de jugar sin cooperación. Fundamentalmente porque es un deporte de rebotes. La pelota rebota, entonces la caída de lo que vos hacés va a depender de cómo el otro te dió la pelota. Tampoco la podés agarrar. Tenés poco tiempo de decisión, y esa decisión está íntimamente ligada con lo que hacen tus compañeros.