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Gauchito Gil: la historia de un santo popular

En Mundo Seguro te contamos quién fue y por qué es tan venerado en todo el país.

Destacar la vida de quienes cambiaron nuestra historia es algo que nos motiva en cada nueva entrega. Esta vez es el turno del Gauchito Gil: un personaje emblemático de la identidad argentina. A partir de este momento te invitamos a recorrer la historia de una figura que es objeto de culto y veneración de norte a sur y de este a oeste. 

Antonio Mamerto Gil Núñez, hijo de José Gil y Encarnación Núñez, nació en Mercedes, provincia de Corrientes, en una zona que en guaraní llamaban “Paiubre”. Peón rural de oficio, tenía una gran destreza en el manejo del facón, cualidad que -a pesar de ir contra su voluntad- le valió para ser reclutado por las milicias que combatieron contra los federales en la Guerra de la Triple Alianza. 

Esta lucha, que involucró una coalición integrada por Argentina, Brasil y Uruguay en contra de Paraguay, era considerada por Antonio como una guerra entre hermanos. Una noche, durante la contienda, el soldado Gil Núñez tuvo un sueño: el dios guaraní Ñandeyara le indicaba que no debía derramar la sangre de sus semejantes. Antonio tomó el sueño como una señal y desertó del ejército.

 

El Gauchito Gil es un santo popular que, aún considerado una figura religiosa, no está comprendido dentro de la liturgia oficial católica ni evangélica. 

 

El nacimiento del mito 

Afuera del batallón se ganó el cariño de toda la comunidad rural correntina, quien empezó a ver en Antonio la figura de un hombre justiciero, que cuidaba de los más humildes y robaba a los ricos para darle a los pobres. Esta adhesión popular, sumada a su deserción del ejército, no le saldría barata. El pueblo, consciente de que lo perseguían, lo protegió todo lo que pudo hasta que un día, mientras dormía la siesta, la policía lo capturó. Cuenta la leyenda que, al ser descubierto, sus verdugos le dispararon sin éxito: una esfinge de San La Muerte que colgaba de su cuello le salvó la vida

 

Una vez capturado, decidieron trasladarlo a la ciudad de Goya, a ocho kilómetros de Mercedes, para que fuera juzgado. En el medio del viaje cambiaron los planes y la tropa colgó a Antonio boca abajo, en un árbol al costado del camino. Ninguno de los policías, conocedores de sus andanzas, tuvo el coraje de ejecutarlo, hasta que el comisario Velázquez tomó la posta y lo degolló. Dicen que su sangre cayó como una catarata que la tierra se tragó en segundos. Era el nacimiento del mito.

 

El año en el que se hizo popular

Al volver a su casa, luego de entregar a las autoridades la cabeza del Gauchito Gil, el comisario encontró a su pequeño hijo moribundo. En la desesperación recordó las últimas palabras que le dijo el Gauchito: “Con la sangre de un inocente, se curará a otro inocente. Luego cabalgó a toda velocidad hasta el lugar donde habían enterrado su cuerpo junto a una cruz artesanal de algarrobo, juntó un poco de tierra húmeda por la sangre, untó a su hijo y el milagro ocurrió. Desde ese día, la devoción por el Gauchito Gil se expandió en tiempo y espacio a lo largo y ancho del país. En la actualidad, miles de personas le agradecen, le piden protección y favores. 

 

Un factor indispensable a la hora de analizar este fenómeno de fe nos remonta al año 2001. En plena crisis, la pobreza y los problemas estructurales de la Argentina obligaron a cientos de correntinos a abandonar sus hogares, lo que permitió que la devoción por el Gauchito Gil fuera fácil de distinguir: en todas las barriadas empezaron a verse pulseritas, velas y banderas de color rojo. Otro aspecto clave fueron los camioneros que recorren la ruta del Mercosur -que une Argentina, Brasil y Paraguay- y cuyo recorrido incluye un paso obligado por Mercedes. Gracias a ellos, en cada ruta o camino puede identificarse un altar con la figura del Gauchito. Ya sea arriba de un camión, un auto o una moto, las personas que pasan lo saludan con un bocinazo.

 

Si algo nos demuestran este tipo de historias, es que el pueblo argentino hace de la fe, un estilo de vida. Trascendiendo cualquier tipo de idiosincrasia. Porque desde Ushuaia a La Quiaca, la gente atraviesa malos momentos, dolores y desamores. Pero también alegría y esperanza. Un claro ejemplo de esto, es la vida y gesta de Antonio Mamerto Gil Núñez, más conocido como el Gauchito.

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