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En primera persona

“Soy muy apasionada y exigente”

Ianina Zanazzi, la piloto que hizo historia en el automovilismo, se confiesa en Mundo Seguro.

Como si fuera una broma del destino, la historia de Ianina Zanazzi, quien se considera «muy apasionada y exigente», tiene varios volantazos. Empezó a caminar literalmente entre los autos del taller de su papá, pero recién a los 14 se animó a subirse a un karting. Tres años después no solo se convirtió en la primera mujer argentina en ganar una carrera en la categoría más rápida de nuestro automovilismo (contra todos hombres), sino que estuvo a punto de llegar a la Fórmula 1

Sin embargo, quizá en su mejor momento, decidió retirarse. Pasó 15 años fuera de las pistas hasta que se convenció de que tenía que regresar. Y lo hizo a lo grande, consagrándose campeona de la copa Porsche. ¿Y ahora? Ahora va por más: mientras apunta a la divisional más grande del Top Race, debuta en una categoría de camionetas donde se mide con algunos de los corredores más fuertes del TC.

¿Qué piensa y qué sueña esta mujer de 39 años que marcó un antes y un después en la historia del automovilismo nacional? Aquí se confiesa en una entrevista exclusiva para Mundo Seguro

A fondo con Ianina Zanazzi

Ianina no quiso ni fiesta de 15 ni viaje de egresados. Cambió el festejo por un chasis y un motor nuevo, y Bariloche por Australia para ir a ver una carrera. Ya en la adolescencia tenía claro cuál era su meta, motivada por ese ADN adrenalínico que heredó de su papá Carlos, mecánico y jefe de taller de Porsche durante más de 40 años. 

“Pero no siempre fue así –reconoce–. Hasta que me subí a aquel karting a los 14 años mi mamá me llevaba a danzas clásicas, hacía zapateo americano. ¡La cara que puso cuando le dije que quería correr en auto! Aun con todos sus temores, mis padres me apoyaron siempre y respetaron cada una de mis decisiones”, cuenta orgullosa Ianina. 

Después de aquel debut en karting, su ascenso fue meteórico destacándose en las categorías más competitivas a nivel local e internacional. Pero, sin dudas, hay dos hitos en su primera etapa como piloto: la mítica victoria en la Fórmula Súper Renault (en Río Cuarto, Córdoba), y su prueba en la Fórmula Nissan en el equipo de Adrián Campos, quedando seleccionada para ocupar el puesto que había dejado libre el español Fernando Alonso. “Haber llegado a Europa fue mi mayor logro porque lo hice venciendo un montón de obstáculos: sin contactos, medios ni recursos. Adrián pasó de no querer probarme por ser mujer a decirme que era la corredora más rápida que había visto en su vida. Lamentablemente, el proyecto se cayó por un tema entre la Argentina y España. Nuestro país estaba en plena crisis de 2001, no tenía apoyo económico… Es mi única cuenta pendiente”, recuerda aún con sinsabor.

¿Todavía fantaseás con el Olimpo automovilístico?  

¿Quién no sueña con manejar un F1? A nivel deportivo todavía me pregunto si hubiera andado fuerte o hubiese hecho papelones. Pero en el plano personal no me convencía tanto la experiencia. Entablé una amistad con Alonso y fui testigo del costo que se paga por estar ahí. Es mucha la presión. En un punto te despersonalizás y pasas a ser un producto que se viste y habla como otros te dicen que tenés que hacerlo. Terminás siendo un títere, y yo tengo una personalidad que me impide hacer cosas sin estar convencida. Soy muy blanco o negro. Si veo algo que no me cierra, dejo de hacerlo sin problemas. Necesito tener la libertad de poder dar vuelta la página cuando yo quiera. Por algo dejé de correr tantos años.

Regresaste a la Argentina, y con un presente exitoso y un futuro súper prometedor, te retiraste en 2004, ¿por qué?

Venía con la vara muy alta del automovilismo europeo y me encontré con todas las falencias que teníamos nosotros. Muchas de ellas condicionadas por lo económico, pero otras podían solucionarse con sentido común, decisiones y ganas. Como entendí que no podía cambiar las reglas de juego, y no me daba placer correr bajo esas condiciones, me alejé. Formé mi familia, tuve mis tres hijos y disfruté a pleno esa etapa.

¿Qué te hizo volver?

Trabajaba en una concesionaria y me iba excelente, pero vender un auto más o un auto menos no me hacía más feliz. Una parte mía no estaba satisfecha. En 2018 me propusieron competir en la copa Porsche, con todo lo que esa marca representa en mi familia. Acepté, a pesar de estar llena de miedos porque me había ido muy bien en mis comienzos y no quería volver a correr para salir última. Encima eran autos potentísimos, muy exigentes. Pero no me importó nada y le di para adelante. 

Ya en la primera carrera debutaste con un podio… 

Sí, y cuando me quise acordar lideraba el campeonato. Fue lindo ser campeona, pero no por el título en sí, sino porque venía de un año muy duro a nivel personal y económico: me divorcié, me mudé y cambié a los chicos de colegio. Esa copa fue el premio por haberme levantado todos los días y poner lo mejor de mí a pesar de todo. Hasta me llevaron a la fábrica de Porsche en Alemania para distinguirme por ser la primera mujer en el mundo en ganar una carrera –y luego el campeonato– con la marca. 

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Una pioloto todoterreno

Aun cuando se baja del auto, Ianina no para de correr. Puede estar restaurando autos antiguos con su papá en el taller, conduciendo un programa de motos, cumpliendo sus funciones como instructora de manejo o como integrante de la Asociación Argentina de Volantes, o preparando las viandas escolares para sus hijos Martino (13), Genaro (9) y Joaquina (7). “Todo lo hago al cien por ciento. Soy muy apasionada y exigente conmigo misma. El secreto es disfrutar lo que hacés porque así todo se hace más llevadero. Te levantás con ganas todas las mañanas, vibrás con esa energía…”, revela. 

¿Tus hijos también son fanáticos de las tuercas?

Es algo que todavía no les gusta y se los respeto. De hecho, recién se enteraron en 2018 de que yo era piloto. Hasta el día de hoy no pueden entender que la mamá que les hace los disfraces o limpia la pileta, es la misma que después se sube a un auto de carrera. Quiero que ellos se sientan libres de probar y elegir lo que quieran. Todos somos distintos y necesitamos cosas diferentes. El automovilismo es mi pasión, pero no voy por la vida queriendo convencer a nadie de nada. No busco la aceptación de los otros.

¿Cómo analizás la actualidad de la mujer en este deporte?

Me encanta transmitir el mensaje de que es posible que las mujeres se involucren en el automovilismo, porque no existe ninguna limitación para ello. Hay que ponerle mucha garra, porque todavía somos muy poquitas y tenemos esa carga extra de estar siendo constantemente observadas. Se siguen escuchando muchas injusticias. Por ejemplo, un piloto se pasa de largo en una curva y la mayoría lo justifica; si eso le sucede a una mujer, le gritan: “Andá a lavar los platos”. La burla es permanente y tenés que lidiar con eso porque si te afecta no podés correr. Yo busqué ganarme un lugar en base al trabajo, la disciplina. Nunca me sentí superior por haberle ganado a un hombre. Me da satisfacción dejar una huella y abrir camino para otras mujeres.

¿Qué le aconsejarías a los jóvenes que te están leyendo?

Que nada es de un día para otro. No hay que esperar una receta mágica, sino estar muy conectado con uno mismo, entender cuáles son nuestras limitaciones, y entrenar duro para maquillar los defectos y potenciar las virtudes. Todos nacemos con un talento, pero a eso hay que agregarle esfuerzo y sacrificio. Yo resigné muchas cosas, pero no sentía que me estaba perdiendo nada porque amaba lo que hacía. Cuando arranqué a correr, mis compañeras de colegio hablaban sobre cómo se iban a vestir para ir a bailar. Mis objetivos eran otros. Eso me fue forjando, me hizo más responsable. Para mí fue un acierto porque, gracias a esta profesión, pude viajar, conocer, aprender. Gané a full.

¿Te queda algún sueño por cumplir?

Correr en el TC con una Chevy pintada de violeta (risas). Yo siempre evité llamar la atención con los colores, pero me daría ese gusto. Pero, sobre todo, quiero ser competitiva. No solo participar.

Pasión protegida

Fiel a su perfeccionismo, Ianina no deja nada librado al azar. Uno de los aspectos que más le obsesionan a la hora de subirse al auto es el de la seguridad.

“Es algo clave en el automovilismo y suele ser subestimado –admite–. Los primeros que debemos cuidarnos somos los pilotos, teniendo al día el equipamiento que tiene vencimiento. En segundo lugar, están las decisiones que tomamos al volante, con maniobras de un riesgo altísimo. Y por último está la seguridad de los circuitos y la de los autos. Los pilotos estamos tomando más conciencia, depositando nuestra confianza en empresas especializadas, como las aseguradoras. En la pista no medimos si podemos volcar o no, aceleramos y vamos para adelante. Por eso es bueno que el entorno vele por nosotros. Uno piensa que nunca le va a pasar nada, que no te van a chocar, que no te van a robar… Y las cosas terminan pasando”.

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